sábado, 6 de julio de 2013

PARA TERMINAR CON LA IGLESIA CONCILIAR: ¡ANATEMA!





Personas « más o menos tradicionalistas » le preguntaban a Monseñor Lefebvre: “¿Cómo no llega usted a entenderse con un papa como este (Juan Pablo II)? Él es piadoso, celoso, amable… No comprendemos cómo usted no aprovecha este momento para arreglar las cosas con el papa”. Monseñor Lefebvre respondía:

« Hay que analizar la situación tal como es y no solamente dejarnos llevar por este exterior del papa. El papa ¿continúa o no el Vaticano II? ¿Cuál es la actitud del papa respecto a sus predecesores que han provocado la auto-demolición de la Iglesia? Esto es lo importante de saber. Está persuadido que su vocación, como papa, es el continuar el Concilio Vaticano II.”

Y al final de su vida, Monseñor Lefebvre nos escribió:

« ¿Serán ellos santos, si admiten la falsa libertad religiosa, el estado laico, el falso ecumenismo, que conlleva la admisión de varias vías de salvación, la reforma litúrgica, que es la negación práctica del Sacrificio de la Misa, los nuevos catecismos con todos sus errores y herejías?, ellos contribuyeron oficialmente a la revolución en la Iglesia y a su destrucción”. (Monseñor Lefebvre, Itinerario espiritual)

Es a la luz de estos principios que se debe juzgar a Benedicto XVI y a Francisco. Y en los dos casos la respuesta es evidente. Pero para aquellos que encuentran esta conclusión precipitada, vamos a explicar las cosas.
Monseñor Lefebvre demostró que la reforma conciliar ha protestantizado la liturgia católica. Y “esta es una cosa absolutamente abominable, someter lo que la Iglesia tiene por más precioso, la misa, a las ideas protestantes”. Esta cosa abominable ha sido codificada por Benedicto XVI haciendo de la misa bastarda de Paulo VI el “rito ordinario” de la Iglesia conciliar.

El nuevo código de Derecho Canónico, en el decir de Juan Pablo II, es un “esfuerzo para poner en lenguaje canónico la nueva eclesiología del Concilio Vaticano II”. Monseñor Lefebvre se sorprendió: “¡Nos preguntamos si leímos bien!... ¿Es posible que la Iglesia pueda tener una nueva eclesiología? Y sí, esta nueva eclesiología es ni más ni menos que la eclesiología adaptada a los principios protestantes. (Laicización del sacerdocio por la nueva definición de pueblo de Dios)” Pues bien, es ese Nuevo Derecho Canónico que dirige la Iglesia conciliar que tiene por jefe a Francisco.

Monseñor Lefebvre pensaba que « los falsos Derechos naturales del hombre » son “una de las cosas más graves del Concilio”. “Es una verdadera blasfemia decir que el derecho a la libertad religiosa como derecho natural, se encuentra en la Sagrada Escritura. Es increíble. ¡Es blasfemo!” Recordemos nosotros que para Benedicto XVI, la « libertad religiosa » es «un derecho natural”.

Monseñor Lefebvre hablaba también de “Este abominable ecumenismo” que no es más que “el medio de hacer penetrar las ideas liberales en el interior de la Iglesia. (…) Cuando se admite la libertad religiosa, principio admitido en la declaración de los Derechos del Hombre, se admite también todas las otras libertades que conducen a la anarquía, a la destrucción de la Iglesia y de toda la ley natural”. Todo esto viene de los “principios masónicos que quieren destruir todo vestigio de Dios sobre la tierra. Es por eso que este mundo va hacia su perdición. (…) No hay que creer que porque nosotros asistimos a algunas medidas y recordatorios que están más conformes con el espíritu tradicional, significa que el combate terminó”.

Monseñor Lefebvre nos ponía en guardia:

El papa es muy hábil…de tiempo en tiempo hace alguna cosa que parece muy tradicional y al día siguiente, le dice al sultán de Marruecos: “¡Nosotros adoramos el mismo Dios!”… ¿Qué es esta historia?...Lo verdadero, lo falso; lo tradicional, lo moderno, etc. y constantemente, constantemente… ¡No hay nada que demuela la Iglesia como esto! ¿Y quién demuele la fe de los católicos?”.

Para Monseñor Lefebvre, estas reuniones inter-religiosas al estilo de Asís hechas en nombre de los nuevos principios del Vaticano II:

« Es diabólico. Es diabólico (…) Entonces, ¿quién es este papa?… Yo no sé qué decirles, verdaderamente… no lo sé… Pero en todo caso él está inspirado por el diablo cuando hace esto… No está inspirado por el Espíritu Santo, no es posible… Él está inspirado por el diablo, y al servicio de la masonería, es evidente. La masonería siempre ha soñado esto: la reunión de todas las religiones”

Pero para Francisco:




Gracias al Espíritu del Concilio, la Iglesia se ha abierto al mundo, pero muchos pasos deben ser cumplidos todavía (…) Algunas voces piden regresar al pasado. A esto se la llama “ser terco”, a esto se le llama querer “domesticar” al Espíritu Santo, a esto se le llama volverse un “necio y tardo de corazón”.

En un sermón público (30 de marzo de 1986), Monseñor Lefebvre, quince días antes de la visita de Juan Pablo II a la sinagoga de Roma (13 de abril de 1986), declaró:

« Es posible que estemos en la obligación de creer que este papa no sea papa. Yo todavía no quiero decirlo de una manera solemne y formal, pero  a primera vista parece que sea imposible que un papa sea pública y formalmente hereje. Nuestro Señor le prometió estar con él, de mantenerlo en la Fe, sin que él pueda errar en la Fe, pero ¿puede ser al mismo tiempo públicamente hereje y casi apostatar? Este es un problema que no me concierne solamente a mí, sino que les concierne a todos”.

Este « problema que nos concierne a todos » todavía es de actualidad. Benedicto XVI ha visitado tres veces las sinagogas (Colonia 2005, Nueva York 2008 y Roma 2010) sin jamás confesar la divinidad del Mesías y teniendo cuidado de omitir el nombre bendito de Jesucristo. El cardenal Bergoglio participó el 14 de diciembre en la fiesta judía del Hannuka, fiesta que simboliza la resistencia espiritual del judaísmo a la asimilación griega, y encendió, vestido de la Kipáh, los siete cirios de la menora. Según santo Tomas, “observar bajo el régimen de la gracia las prescripciones de la ley mosaica” es “un pecado grave casi igual a la idolatría, porque los dos son especies de la superstición, que es un pecado mortal”. (2a 2ae q. 94 a. 3 ad 5).

Para Monseñor Lefebvre, Paulo VI plantea “un serio problema a la conciencia de los católicos. ¿Cómo un sucesor de Pedro pudo en tan poco tiempo causar tantos daños a la Iglesia como la Revolución del 89?”  La iglesia conciliar trata de hacer venerar a Paulo VI así como a los monstruosos Juan XXIII y Juan Pablo II quienes, para Monseñor Lefebvre, arruinaron “la fe católica, públicamente, en particular en Asís (…) ¿Qué haría la Santa inquisición si existiera todavía?”.

Francisco, el 20 de marzo de 2013, en un discurso a los representantes de las diferentes religiones, agradeció calurosamente a su cismático “hermano André” (patriarca Bartolomeo 1ero), alabando a su venerado predecesor (Benedicto XVI) recordando ciertas palabras del “Bienaventurado Juan XXIII”, dirigiéndose a los “distinguidos representantes del pueblo judío” su confianza “que con la ayuda del Altísimo” “el diálogo fraternal deseado por el concilio” continúe llevando “buenos frutos”; agradeció “cordialmente” a los musulmanes “que adoran al Dios único”, asegurando que “la Iglesia católica” estaba consciente de “la importancia de la promoción de la amistad y del respeto entre los hombres y mujeres de diversas tradiciones religiosas”.


¿Representa Francisco la forma de pensar de la Iglesia católica? ¿No es este el discurso de un impostor? En la iglesia conciliar, que reconoce al Vaticano II, “todo es nuevo: nuevo código de Derecho canónico, nuevo misal, nueva eclesiología…”.

O bien somos los herederos de la Iglesia católica, es decir, por el reino de Nuestro Señor, o bien somos herederos de aquellos que se esfuerzan por admitir los principios de los derechos del hombre, basados sobre una verdadera apostasía, en vista de obtener una presencia de servidores en el gobierno mundial revolucionario. Porque en el fondo es esto: a fuerza de decir que ellos están a favor de los derechos del hombre, de la libertad religiosa, la democracia y la igualdad de los hombres, ellos tendrán un lugar en el gobierno mundial, pero será un lugar de servidores”.

El Commonitorium de San Vincente de Lérins enseña:
« Le pertenece a los católicos conservar el depósito de los santos Padres, condenar las novedades impías y, como lo ha dicho una y otra vez el Apóstol, de lanzar anatema al que anuncie una doctrina diferente a la recibida (Gál. 1,9). De aquí sigue que todo católico deseoso de probar que es hijo legítimo de nuestra Madre la Iglesia, debe adherirse a la santa Fe de nuestros Padres, apegarse a ella y morir por ella. Él debe también detestar las novedades impías, odiarlas, combatirlas y perseguirlas”.

Es por eso que Roma quiere “destruirnos, porque nosotros representamos” la “Tradición que los condena”.

La Tradición condena la libertad religiosa. La Tradición condena este ecumenismo que no es católico, la Tradición condena las reformas pos-conciliares que se hicieron (…) No seamos de esa gente que acarician esperanzas ilusorias y que dicen: “Todo se arreglará, todo se arreglará…” (…) es desde hace siglos que ellos están preparando esto, desde hace siglos preparan esta alineación de la Iglesia con el protestantismo y las ideas modernas, con los derechos del hombre, con todas esas formas de pensar que son contrarias a la Tradición de la Iglesia” (Mons. Lefebvre, conferencia espiritual en Ecône, 13-01-1983).

Por lo tanto, para ser verdaderamente católico, hay que anatemizar las novedades impías y a sus responsables, si no, es pecar de liberalismo:

El liberal es un hombre que venera al Buen Dios pero que respeta al diablo. Él aspira al orden y acaricia la anarquía (…) Él es un hombre de concesiones a perpetuidad. Ustedes distinguirán de inmediato al liberal por el temor de ser acusado de reaccionario. En clínica, la ausencia de reacción, es la muerte”.

Así, Francisco en 2013, como Juan Pablo II en 1991, “difunde sin descontinuar los principios de una falsa religión que tiene como resultado una apostasía general”.

« Yo creo que verdaderamente, vivimos en tiempos de la preparación para la llegada del Anticristo. Es la apostasía, es destronar a Nuestro Señor Jesucristo, el poner al mismo nivel a la Iglesia con las falsas religiones (…) No podemos decir que el Papa es apóstata, que ha renegado oficialmente de Nuestro Señor Jesucristo, pero en la práctica, es la apostasía” (Monseñor Lefebvre, Fideliter n° 59, sep. oct. de 1987, páginas 77-80).

El Buen Dios no nos pide explicar si este misterio de iniquidad puede ir hasta “la apostasía de la fe católica en la Iglesia romana” como lo piensa santo Tomás de Aquino comentando a San Pablo, o si consiste en “eclipsar la Iglesia católica” por una contra-iglesia como daría a entender el Apocalipsis de San Juan. El Buen Dios no nos pide ni perder la fe ni negar los hechos para salvar una posible explicación de su Palabra divina respecto a “las puertas del infierno” que no prevalecerán en contra de su cuerpo místico.



Pero el Buen Dios sí nos pide conservar la fe que hemos recibido, por gracia y sin ningún mérito de nuestra parte, de difundirla y protegerla. Y por eso, lanzar el anatema sobre los herejes, sabiendo que es costumbre en la Iglesia el calificar de herejes y anatemizar a los herejes formales o materiales, a los fautores de herejías y a los que cooperan con la difusión de la herejía por su silencio o su negligencia…

Ya que “es en Roma que la herejía está instalada. Si los obispos son herejes (incluso sin tomar este término en el sentido y con consecuencias canónicas), no es sin la influencia de Roma” (Monseñor Lefebvre, retiro sacerdotal, Ecône, 9 de septiembre de 1988).

El 10 de mayo de 2013, Francisco pidió al patriarca ortodoxo Tawadros II “papa de Alejandría y de la sede de San Marcos” de darle su bendición. Mas “es sospechoso de herejía quien espontáneamente y a sabiendas, ayuda de alguna manera a la propagación de la herejía o a la comunicación “in divinis” con los herejes, contra lo que está prescrito en el Canon 1258” (Canon 2316).

En consecuencia, por deber de conciencia y por amor de Dios, pero no por espíritu de querella o por temperamento bilioso, yo declaro:

Yo, Padre Olivier Rioult, sacerdote de la Iglesia Católica por la gracia de Dios, aunque indigno, porque “yo me adhiero a la santa Fe de nuestros Padres” y quiero “morir” en esta verdad, yo clamo anatema a las novedades impías, a Benedicto XVI y a Francisco: ambos apóstoles de la libertad religiosa masónica. El amor del prójimo me obliga a declarar sin ambigüedad la fe católica y sus consecuencias. Es por eso que declaro rechazar la comunión con esos fautores de errores, esos corruptores de la fe, esos destructores de la Iglesia y esos traidores a Nuestro Señor Jesucristo.

En tanto que el Secretariado para la Unidad de los Cristianos mantenga el falso ecumenismo como orientación, y las autoridades romanas y eclesiásticas lo aprueben, se puede afirmar que ellas permanecen en ruptura abierta y oficial con todo el pasado de la Iglesia y con su Magisterio oficial. Por lo tanto, es un deber estricto para todo sacerdote que quiera permanecer católico, de separarse de esta Iglesia conciliar, en tanto que ella no regrese a la Tradición del Magisterio de la Iglesia y de la fe católica”. (Monseñor Lefebvre, Itinerario Espiritual)

Esperando, oremos como el Padre Kolbe:

« Oh María, concebida sin pecado, rodad por nosotros que recurrimos a Vos y por todos aquellos que no recurren a Vos, especialmente por los masones ».

Fin.

Padre Olivier Rioult, fsspx.

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