lunes, 15 de julio de 2013

LA DECLARACIÓN DOCTRINAL DE MONSEÑOR FELLAY DEL 15 DE ABRIL DE 2012: LA PRUEBA DE UNA TRAICIÓN.- POR SACERDOS. (5a PARTE)






2. Segunda respuesta al Cardenal Levada (addendum al PD2 del 30 de noviembre de 2011) (12 de enero de 2012).

La comisión Ecclesia Dei, visiblemente insatisfecha por la primera respuesta del 30 de noviembre de 2011, solicita a Monseñor Fellay, por medio de Monseñor Pozzo, un complemento de información el cual fue enviado por Monseñor Fellay el 12 de enero de 2012.

Este documento presentado por Monseñor Fellay, estaba destinado a “precisar las razones de nuestra posición y el alcance del documento”.
Está compuesto de tres partes: A) El preámbulo en general, B) el Preámbulo en particular, y C) su aplicación concreta.

Se distingue por su lucidez y su firmeza en el análisis de las trampas propuestas por el PD1, el cual es refutado, en detalle, punto por punto.

Es importante notar aquí que en esta época (enero de 2012), Monseñor Fellay parecía casi tener la línea trazada por Monseñor Lefebvre y por la Fraternidad, al menos en cuanto a los documentos públicos. Aquí se trata de “Fellay 1”, pues luego veremos aparecer (¿o desarrollarse?) un “Fellay 2”, más ambiguo y conciliador, bien diferente del primero….

A.   Respecto del Preámbulo en general.

El documento del 12 de enero de 2012 afirma que “los problemas mayores planteados por ciertas novedades del concilio Vaticano II… no han sido resueltos” por el Preámbulo de Roma, y que éste, en lugar de corregirlos, pide a la Fraternidad que “se corrija”.

Además, la carta afirma:

« El Preámbulo nos impone todas las novedades sobre las cuales hemos expuesto las dificultades, las reticencias y las oposiciones que permanecen” y éste exige “la aceptación pura y simple de la posición contraria a nuestras preocupaciones y a nuestras instancias”.

Este análisis nos muestra que, hasta ese momento, Monseñor Fellay veía claro sobre las trampas contenidas en el Preámbulo de Roma, pero al mismo tiempo él está miope porque no discierne que el tiempo de las discusiones doctrinales con Roma se terminó.

Roma se contenta, de alguna manera, diciendo : “ya los hemos escuchado durante las discusiones doctrinales; ahora es tiempo para que ustedes se sometan a las novedades”.

Es por eso que la Nota del Cardenal Levada presentando el Preámbulo doctrinal de Roma precisaba: “tomamos como fundamento principal de la plena reconciliación con la Sede apostólica, la aceptación del Preámbulo doctrinal que sigue”.

Así, si hay una plena reconciliación con la firma del Preámbulo, ya no queda nada más que discutir…

B. Respecto del Preámbulo en particular.
Enseguida, la carta del 12 de enero enumera los problemas específicos que plantean las novedades conciliares.

Por principio, Monseñor Fellay precisa que el pasaje que plantea más problema está en el párrafo III del Preámbulo. Se trata de la elección del “criterio de interpretación de los textos litigiosos” y de la noción de “progreso de la Tradición” temas muy apreciados por los modernistas.

a. Respecto al « criterio de interpretación”.
Esta es la justificación a priori por Roma del cambio operado en el magisterio posconciliar respecto a la Tradición.

Este « criterio de interpretación » no es para Roma más que la integración del Vaticano II y del magisterio posconciliar en la Tradición de la Iglesia,  por medio de “la hermenéutica de la continuidad”.

La Roma actual dice oponerse a una hermenéutica de la ruptura que vería una oposición entre el concilio y el Magisterio tradicional. Para ellos, considerar que el Vaticano II es una ruptura sería un error de los conciliares más radicales y… el error de la FSSPX, los primeros aprobando esta ruptura y los segundos deplorándola.

En la óptica hegeliana de Benedicto XVI, siempre es posible armonizar dos ideas o posiciones objetivamente opuestas, pero “conciliables” subjetivamente por la razón.

Es una « gimnasia » arriesgada, que contradice abiertamente la realidad de los hechos. Negar que después del Vaticano II no hubo una ruptura con el pasado, como lo hace Benedicto XVI, revela la inconsciencia y la ceguera (¿o la mala fe?). Es suficiente, por ejemplo, ver las pocas o ninguna referencia hecha en los documentos conciliares o posconciliares del Magisterio anterior a Juan XXIII.

La Fraternidad trató de responder a este punto mencionando la famosa interpretación del concilio “a la luz de la Tradición”. Pero esta expresión no va muy lejos, porque se trata solamente de un argumento ad hominem y no un argumento de fondo.

En efecto, la interpretación del concilio Vaticano II “a la luz de la Tradición” significa para la Fraternidad que ella excluye las novedades del concilio que están claramente en ruptura o discontinuidad con el Magisterio de siempre, pero la Roma actual llega a la conclusión opuesta, diciendo que no hay ruptura.

Esta expresión: “aceptar el concilio a la luz de la tradición” es mañosa. En efecto, hay muchos pasajes en el concilio que son totalmente inaceptables y no pueden interpretarse de otra manera que por lo que ellos expresan, con la mejor voluntad del mundo. Aceptar por ejemplo Gaudium et spes o Dignitatis humanae “a la luz de la Tradición” es completamente imposible. El Vaticano II está en contra de la Tradición en estos documentos y no se puede decir lo opuesto de lo que ellos significan.

Aceptar entonces el concilio “a la luz de la tradición” podría significar también el reconocer que existe una “interpretación tradicional” posible de todos estos textos. Es reconocer por lo tanto la doctrina de “la hermenéutica de la continuidad”.

Es verdad que Monseñor Fellay dijo que rechazaba ciertos elementos inaceptables del concilio. Pero jamás detalló la lista de los elementos que rechazaría en un texto oficial enviado a Roma.

Por lo tanto, hay dos discursos: uno para nosotros, uno para Roma. Los documentos escritos que Monseñor Fellay envió a Roma dicen querer aceptar el concilio a la luz de la tradición. Es decir que da a entender que él juzga que todo el concilio podría ser leído de una manera “tradicional”. Por lo tanto, él defiende la hermenéutica de la continuidad sin nombrarla rebautizándola como luz de la tradición.

Además la palabra Tradición, no tiene el mismo significado para nosotros y para Roma, nosotros consideraríamos que ciertos textos del concilio o del magisterio deberían ser interpretados según Santo Tomás de Aquino, mientras que el papa nos impondría la interpretación de Karl Rahner, por ejemplo, considerando que no hay ruptura.

Finalmente, dice la carta de Monseñor Fellay del 12 de enero de 2012 que comprometerse a ir más lejos, sería construir sobre el equívoco”.

¿El texto propuesto por Roma, debe rechazarse? ¿Vamos finalmente a detener todo? Sorprendentemente no, ya que Monseñor Fellay se rehusó a detener las negociaciones con Roma, y propuso de nuevo el Preámbulo (PD2), el del 30 de noviembre de 2011, que citamos más arriba.

El 30 de noviembre de 2011, con su PD2, Monseñor Fellay piensa que todavía es posible para él presentar, como “alumno mañoso”, otra copia del exámen que sobre todo evita mencionar los textos litigiosos del concilio, pero se verá que el Cardenal Levada no tenía la misma opinión…